viernes, 4 de abril de 2014

LA HISTORIA DE PINGUETE


Por ser abundante en agua,
fue huerta de nuestros antepasados.

Aquellos Alfareros que buscaban un barro especial
en sus alrededores lo encontraron.
Ellos cocieron y vendieron las lozas que hoy podemos ver en aquellos edificios antiguos:
Las canales moriscas, los ladrillos,
las canales de nuestros tejados,
los cántaros donde se trasportaba el agua,
las macetas, los dornillos del gazpacho,
las orzas donde se guardaba el tocino,
y aquel lebrillo de lavar los búcaros,
las bolas con las que tanto jugaban los chiquillos
y las alcancías para guardar las perrillas que nos daban los Abuelos.

En este siglo pasado fue Fermín,
el último Alfarero que aquel barro amasó
y con quien aquellos hornos ardieron.
Recuerdo a aquellos vendedores que con sus burros cargados,
iban de pueblo en pueblo y pregonando decían:
“asercarse por aquí, que sos traigo el búcaro fresco de los sornos de Fermín”.

¿Y quien haría ese pozo con su brocal de canto,
y sus dos hermosas pilas, para beber el ganado.
Pudieron ser los Fenicios o fueron los Romanos,
los que en el Chaparral su cantera tenían y su escuela en el Castillo
de donde tantos buenos canteros salían?
Cuantas piedras cortaron y de ellas cuantas figuras labraron,
y aquellos ingenieros cuantos cantos ya labrados
se llevaban para hacer toda clase de monumentos:
Esos puentes por los que pasaban sus carretas,
y hoy después de tantos años pasan los trailers cargados,
y están como el primer día ¡cuanta carga han soportado!
Ese acueducto que del Alpizar salía,
con 50000 cantos taladrados y emboquillados,
para que el agua por su peso a Itálica llegara.
Si por Tejada pasas, mira la fuente de los frailes,
con su hermosa piscina toda de cantos adornada.
Donde de aquella fortaleza, a pasearse y bañarse,
bajaba aquella hermosa doncella, que Clotilde se llamaba
y un día aquel emperador romano,
que de Sevilla a las cacerías venia,
cuando bañándose estaba,
de ella se enamoró,
y casándose con ella, a Roma se la llevó.

Nos vamos para Pinguete!
Dicen que fue un cabrero,
que con su pequeño rebaño al pozo se acercaba,
cuando escuchó que dentro una chiquilla lloraba,
dando voces asustado acuden los hortelanos,
los que a la niña sacaron.
Ella no dejaba de llorar
y agarrándose a ellos les decía:
por Dios sacad también
a la que encima del agua en sus brazos me ha tenido.
Cuando al pozo se asomaron,
sólo vieron un resplandor que en el medio tenia.
Un bonito Retrato que aquel Cabrero pintó,
en un ladrillo de barro con un trozo de carbón,
mientras pastaba el ganado.

Donde hoy está Paterna,
solo había un campamento de las fuerza de Tejada,
aquel Capitán y sus soldados una capilla hicieron.
Fue un escultor, el que al cabrero el ladrillo pidió
y en la capilla aquella una imagen pusieron.
De capitana muchos años la tuvieron y Virtudes le llamaron.
Cuando Paterna nació,
al pueblo la donaron
y todos juntos en procesión la sacaron.

Cuenta un historiador que debido a aquellas Guerras,
que en aquellos tiempos tuvieron,
un soldado la guardó,
y no dejando nada escrito,
pudo morir en combate,
y por mucho que se ha buscado,
no se ha podido encontrar.
Hoy después de muchos años,
este grupo de personas,
al parecer muy devotas,
han querido que Paterna tenga de nuevo patrona,
con su casa Hermandad
y todos los meses de Agosto,
la podemos ver tan hermosa reluciendo en su Altar.




CECILIO VAZQUEZ

viernes, 27 de abril de 2012

REFRANERO


Dime con quien andas y te diré quien eres
El que mal anda mal acaba
Al burro y al mulo la carga en el culo
Si quieres ver a tu compañero andar párate a cagar
A la mujer y a la cabra la soga larga
No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy
Cambiarás de molinero pero de ratero no
Ningún jorobado se ve su joroba
Camarón que se duerme se lo lleva la corriente
Por donde quiera que fueres haz lo que vieres
El que a buen árbol se arrima buena sombra le cobija
En mi huerto te criaste, de tus naranjas comí, los milagros que tu hagas que me los digan a mi
Para pasar agua y dar dinero no seas el primero
Haz el bien y no mires a quien
No tes acuerdas de Santa Barbara hasta que no truena
Año de nieve, año de bienes para quien los tiene
En abril las agua mil
Si en enero ves terronear échate a cantar
El aseo en la persona muchos bienes proporciona
El que anda con miel los dedos se chupa
No hay mal que por bien no venga
No te acostarás sin saber una cosa más
Lo bueno, si breve, dos veces bueno
No por mucho madrugar amanece más temprano
El que va por leña verde entre mas anda mas pierde
A perro viejo todas son pulgas
El que con niño se acuesta, cagado amanece
El hombre prevenido nunca fue vencido
De la calle vendrá, quien de tu casa te echará
Mal de muchos, consuelo tontos
El que duerme en el mismo colchón se vuelve de la misma condición
Cuando el río suena agua o piedra lleva
Mas vale prevenir que curar
Ojos que no ven corazón que no siente
En el prado de Santa Justa, Dios los cría y ellos se juntan
Nunca es tarde cuando la dicha es buena
Mas vale llegar a tiempo que rondar un año
El gato escaldado del agua fría huye
Mas vale ponerse una vez colorado, que cien amarillo
Las penas, con pan, son menos penas
Agua que no has de beber, déjala correr
El mal camino, pasarlo pronto
En boca cerrada no entran moscas
De Tosantos a San Andrés simentera hecha es, diez días antes, diez días después.
El que a hierro mata, a hierro muere
El que se alegra del mal del vecino el suyo viene de camino
A tu tierra grulla aunque sea con una pata
Para la candelaria el viento aflora, si llueve y hace viento, invierno dentro
Vaca sollada al saliente, suelta los buelles y vente
No digas de este agua no he de beber, que el caminito es muy largo y aprieta mucho la sed
No preguntes por saber, que el tiempo te lo dirá, que no hay cosa mas bonita que el saber sin preguntar
En la calle Placentines mataron a Barrabas, si vives como el vivió, como el murió morirás
Te gastas menos que un martillo enterrado en paja
Vas a durar más que un martillo en manteca
El dinero del mezquino anda dos veces el camino
En el reino de los cielo los ultimo serán los primeros
Para mayo se le pasa la mosca al buey y le entra al caballo
Cuando marzo mayea, mayo marcea
Cuando las cosas no cuestan se llena la cesta
Dichosas las ramas que al tronco salen
La primavera la sangre altera
Para este viaje no necesito alforjas
Cría cuervos y te sacarán los ojos

viernes, 29 de julio de 2011

HISTORIAS DE LA SIERRA DE PATERNA: CICLISTA Y AFICIONADOS


Ciclistas y aficionados que la sierra se cruzáis
que me gustaría contarles lo que era nuestra sierra
cuando en ella se vivía
aquellas piaras de cabras que la sierra mantenía
con aquellos montes de jaras donde el lobo se escondía
el jabato se encamaba y los zorros se enmadrigaban
con aquellos majadales que cercados se tenían
todos cubiertos de encinas donde el cochino se echaba
y ya gordo se sacaba para hacer las matanzas
y las familias reunidas unas a las otras se ayudaban
¡que buenos días se pasaban¡.
Aquellas umbrías de alcornoque que después de las bellotas,
la corcha que nos ofrecían,
en bestia se acarreaban a una fábrica que había
en la estación de Escacena,
de la que recuerdos quedan todavía
su famosa chimenea
la que el agua calentaba
y por una tubería a los pilones llegaba
en donde era cocida para poder ser prensada
Quedan sus hermosas nave con sus canales moriscas
donde los fardos se guardaban y las maquinas trabajaban.
Está la casa del dueño
con su bonita terraza donde sentado veía
los trenes que llegaban y los trenes que salían,
pues todo esto, de nuestra sierra salía.
¡ Vámonos para ella que contar nos queda todavía¡.
Nos metemos en las cañales donde los huertos se hacían
cuantos árboles frutales,
cuanta verza se cogía,
todos sus pozos tenían,
donde las mujeres lavaban
y los chiquillos jugaban
porque escuela no tenían.
Salían por las mañanas con la ropa en la cabeza
y su cubillo en la mano,
los chiquillos por delante
me acuerdo del Olibero
aquel mastín que un burrillo parecía,
y manso como un cordero
junto con los zagales siempre llegaba el primero
de cuando en cuando ladraba
para que por sus alrededores nadie se le acercara
Debajo de un alcornoque una panera ponían
y su gran resfregador.
La candela se encendía
y la canasta de colar que sus cantares tenia:
“La canasta de colar ay, ay, ay ah!”
El Abuelo y su escopeta
con su perra CHIRIBANA
el Curruco y la Paloma sus vueltas por allí daba
se sacaba la petaca y un cigarro se fumaba
echaba los perros al monte y en un risco se sentaba.
Los perros que eran maestros y latiendo le decían
¡ahí lleva el conejo, afina la puntería¡.
El primero que llegaba, el conejo le cogía y en los pies se lo dejaba
y el acariciándolo le decía:
¡vámonos por el otro que es temprano todavía¡.
Cuando de lavar acababan, a casa se regresaban.
En el zurrón los conejos y la ropilla lavada.
Aquellas tardes serenas que de lejos se escuchaba
los cencerros del ganado que para casa regresaban
delante venían las parías
porque por la mañana habían dejado en el chivetín su crías.
Cuando la puerta se habría 200 chivos salían
ninguno igual berreaba
y sólo por el berrido su madre lo encontraba.
Los perros que con ellas venían
los calderos de tabefe lleno se le tenían
y un pan que cuando se amasaba del afrecho se le hacía,
perruna se le llamaba.
A todos los collares de pincho al cuello se le ponían
por si los lobos venían.
Cuando cantaban los ranos el día se nos marchaba
y las cabras se encerraban.
Los mochuelos en las encinas, con su “mío, mío” sonaban
y con sus ojos saltones,
atento por si pasaban lagartijas, cucarachas o ratones.
Los zorros, agachapados a las casas se acercaban
por ver si alguna gallina se ha quedado despistada.
¡ Ay, la noche que la puerta del gallinero de cerrar se olvidaba
para una que se comían,
cuantas después nos mataban¡.
La Abuela, en la chimenea tiene la olla colgada
con su cucharón en la mano y de cuando en cuando probaba.
El Abuelo, ya en la mesa, reparte las cucharas
y su cucharro de corcha
donde el cocido se echaba.
Todos juntos cenaban, se hablaba del ganado y también de cacería
y de cómo matar los conejos, para el guiso al otro día.
¡Eran los montes aquellos la despensa que los serranos tenían¡.
El Abuelo, cuantos cuentos nos contaba
cuantas historias sabía,
nos hablaba de las estrellas,
de aquellas que cuando de noche se andaba
de reloj le servía.
En el silencio de la noche cuando acostado se estaba
como sonaban los lobos
y aquel cantar de los búhos que a los chiquillos asustaban.
Cuando no querían comer las madres les decían:
¡ a que llamo al búho, y hasta los platos lamiaban !.
Cuando eran las tres, los gallos nos despertaban.
A las cuatro, en las cañales, las avefrías piaban.
A las cinco, el chachá de las zamallas.
A las seis, el canto de la perdiz
los cabreros que ya con las migas andaban, algunos día decían:
hoy, no canta la perdiz, tendrá las alas mojadas.
Y a las siete cantaban las cotolías;
teníamos que levantarnos, porque ya era de día.
Y con todo preparado, el ordeño se empezaba,
sonaban los calabozos de aquellos hombres caleros
que por el monte venían
para cocer las piedras, que en cal las convertían.
Sonaban las campanillas de los mulos de los leñeros,
que las jaras se llevaban para las panaderías.
Los burros de los cisqueros
ya rebuznaban en las umbrías.
El zumbido de las abejas,
cuando del corcho salían
en busca de tantas flores
que nuestra sierra tenía.
En los huertos, los naranjos, el melón, las sandias,…
con sus árboles frutales,
eran los huertos jardines,
como este fandango decía.
“Tengo en mi huerto un jardín,
que florece en primavera,
con un bonito jazmín,
con claveles y azucenas y rosas de pitiminí.”
Cuando las lluvias llegaban,
cuantas flores nos traían.
En todos esos barrancos, que nuestra en sierra bañan,
llevando al Curumbel sus abundantes claras aguas.
Todos llenos de madroñas, de cantuesos y de jara,
de brezo y aulagas, el tomillo, la retama, la mortiñera, y la acacia,
el alburto, las marinas, las billaderas y calquesas,
las orilleras,… y tantas que no me acuerdo de cómo se llamaban.
En todas ellas comían, y la miel al corcho llevaban.
En todos esos barracos que ya ustedes conocéis,
si para el Berrocal vais,
por la cuesta del carril,
atravesaréis la Ribera para pasar por el puente,
y a aquellas cristalinas aguas que por debajo de él pasan,
ya poco tiempo le quedan
para teñirlas, el rio Tinto las espera.
Las dos corren rio abajo,
con el Curumbel se encuentran,
y las tres le dicen adiós a las murallas de Niebla
para meterse en el mar por donde salió Colon,
en busca de nuevas tierras.
Cuando el verano llegaba
sus charcos llenos quedaban,
donde el ganado bebía y el jabalí se bañaba
y cuantos peces tenían.
Por donde quiera que se anduviera,
todo se divisaba.
En aquellos riscos blancos, donde estaba la torreta;
con su escalera de caracol para poder subir a ella,
que era el punto de mira
donde los soldados tenían
que colocar su bandera.
Hoy por donde quiera que se ande
caminamos despistados,
sólo se ven eucaliptos a uno y otro lado.
¡A donde estaban los ecologistas
en aquellos tiempos pasados,
que sólo por montar una fábrica,
nuestra sierra destrozaron¡.
Ya no se bebe en los huertos con el cucharro de corcha,
ni en aquellas hermosas fuentes que manaban en las umbrías,
donde los cazadores en aquellas claras aguas
antes de empezar la marcha su aguardiente se bebían.
Cuando ya se terminaba, en la casa de Pastor todos se reunían
y entre copita y copita la carne se repartía.
Nunca faltaba el fandango, ni el cante por bulerías.
Después de sesenta años, esto jamás se me olvida:
“Que me gustan las mañanas,
cuando estoy de cacería
y una copa de aguardiente,
en la fuente de la umbría,
con mi escopeta y mi gente”
“Que se llamaba Rosenda,
tuve yo una perra negra
que se llamaba Rosenda,
cuando mi perra latía el ciervo estaba en la puerta
y yo haciendo puntería”
Cuando estoy de cacería
o en busca de gurumelos,
cuantos recuerdos me traen aquellas casas caídas
donde mi familia vivió.
Cuando por ellas paséis,
pensad en lo que os he contado.
No le he puesto nada a lo bueno,
ni a lo malo, le he quitado.
Es la historia de la sierra CICLISTAS Y AFICIONADOS.